Romina Vatteone es la única jugadora de la Selección que es mamá: “Amo jugar y amo a mi hijo”, dice.
Felipe corretea por el lobby y parece divertirse en ese loquero de gente que viene y que va. Al año y medio de vida, se aferra a su madre sin entender el porqué de sus ausencias, de esa rutina alterada por la locura de un Mundial que él no comprende del todo. Su mamá es Romina Vatteone, la única Leona que lleva su cría a cuestas, y que debe agregar semejante responsabilidad a la gran exigencia de un Mundial.
-¿Cómo es esto de ser mamá y participar de un Mundial?
-Se siente bien, aunque a la hora de entrenar o del partido soy una más, igual que todas. Tengo las mismas exigencias, horarios y los mismos compromisos que cualquier otra jugadora. Y fuera de lo que es el hockey, estoy todo el día pegada a Felipe. Son dos cosas que yo amo. Es un orgullo jugar en la Selección, y ser madre es lo que toda mujer desea.
-¿Cómo lo vivís fuera de la cancha?
-Cuando estoy con Feli no se pasa más el tiempo, estoy como en una burbuja, es increíble.
-¿Cuándo supiste que estabas embarazada?
-Yo ya había perdido un embarazo y me acuerdo que en el 2008 tuve un atraso: era la definición del Metropolitano y la jugué embarazada. Antes de la final, con mi marido estábamos casi seguros y analizamos si convenía jugarla. Veníamos entrenando un montón y él me dijo: “Jugala igual. Si estás, ¿te la vas a perder? Después te hacés el test”. La historia terminó que el lunes siguiente fui al obstetra y me confirmó que estaba de dos meses. A partir de ahí no jugué más.
-¿Pensaste en dejar el hockey después de que naciera?
-Siempre quise seguir jugando porque esto me apasiona. Cuando Feli tenía un mes ya empecé a trotar y cuando tenía dos y medio volví a jugar.
-¿Esperabas esta convocatoria a la Selección?
-Me llegó en un momento raro en mi vida, porque soy mamá, son un montón de años de no haber jugado en el seleccionado. A los 32 años no me lo esperaba. Cuando me llamó el Chapa ahí sí me dije: “¿Me pongo a entrenar?”. Porque tenía que estar al nivel de las demás chicas. En el verano hice un plan físico especial de gimnasio, me entrené sola y cuando nos juntamos me sentí bien, no estaba lejos del grupo.
-¿Cómo es estar tanto tiempo sin Felipe?
-Cuando nos fuimos a Australia estuve 15 días sin él. Y la verdad que lo extrañé un montón. Y dije: “Bueno, hablo por teléfono, lo veo por Skype”. Y la primera vez que lo vi me puse a llorar. Pero cuando me convocaron yo sabía bien cómo era el cronograma y sabía a qué me exponía. Por suerte ahora lo puedo ver más seguido.
Fuente: Diario Olé (Por Germán Martina)
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