Inglaterra sucumbió ante la monarquía de Aymar, quien manejó los tiempos del equipo y reguló sus propias energías. Para ella y Las Leonas, se vienen las batallas finales... Anoche, 2-0 a las inglesas.
La Reina se ganó su trono por algo, nadie se lo regaló, ni lo heredó por dinastía familiar. El resto no la sigue porque sí. Tiene la autoridad que le otorga el rango, pero por sobre todas las cosas su poder descansa en el respeto de sus pares, que se fue construyendo calladamente en los momentos filosos de las batallas. Luciana Aymar no sólo es hábil y atlética, talentosa y explosiva; también es sabia, inteligente, fría y calculadora. Una líder que ve más allá de hoy, del ya y del ahora.
La gente vino a ver un gol de Aymar como el del sábado ante China, o el hat-trick del debut contra Sudáfrica. Estuvo lejos de eso. No porque Luciana no haya podido o porque se levantara con el palo izquierdo. La mejor del mundo entendió más temprano que tarde cierta necesidad de preservarse, de medir fuerzas y administrar energías. De saber que lo que hoy no jugó, lo va a devolver a partir del jueves, cuando ya no haya mañana.
Así y todo, hizo un par de apiladas que eyectó a la gente de sus asientos. Y hasta amagó con hacer el gol de Lucha a los ingleses. No era la noche. Paradita como volante cental, hizo correr más la bocha que a ella misma, administró ritmos y verticales, y se apoyó en la certeza de que el resto del equipo daría la cara.
Sabía, también, que Inglaterra estaba conforme con ese segundo puesto, a sabiendas de que ir por una victoria ante Argentina que le diera el primer lugar del Grupo B sería un botín tan valioso como extremadamente caro. Así, las inglesas presionaron sin herir, avanzaron sin atacar, metieron sin exigir. Casi que ni molestaron. Las Leonas embocaron un corto con el sello cañonero de Noel Barrionuevo, y el equipo entero se sumó a la Reina Aymar y su política: si Inglaterra no quería hacer honor a su historia imperial y decidió no quemar las naves, mucho menos debía sentirse obligada Argentina, que si estaba cómoda con el empate que la clasificaba primera, mucho más con el 1-0 en popa.
Las 12.000 personas siguieron alentando como si dentro de la cancha hubiera algo por qué discutir. Pero Inglaterra había entregado sus banderas: no generó ni un córner corto y el primer tiro al arco que exigió algún esfuerzo de Succi fue después del segundo gol argentino, obra de cabo a rabo de Daniela Sruoga, que robó la bocha a la salida del rival y cruzó un palazo bajo y esquinado.
Luciana Aymar se sacó la corona y bajó del trono para jugar un rato con sus sobrinos. Después, en la conferencia de prensa le preguntaron si era extraterrestre, y ella apenas sonrió. Es que justo ayer, Lucha demostró su costado más terrenal, el de una líder que sabe qué batallas vale la pena librar. Dios salve a nuestra Reina.
Fuente: Diario Olé (Por Pablo Ramón)
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