viernes, 27 de agosto de 2010

Retegui: "Aymar va a jugar mejor que Maradona en el 86"

El Aymar sustantivo se hospeda en distintos hoteles, no es sólo esa figura que ilustra Rosario por estas horas o se hace bandera en el viejo balcón de macetas olvidadas. Es tema de desvelo de rivales y entrenadores en las restantes 11 delegaciones. Como Diego en otros años, la mejor jugadora del mundo se cambia en nuestro vestuario, plusvalía que no siempre supimos valorar en los tiempos en los que el Dios Diego era argentino y atendía en Buenos Aires. Vaya paradoja. Tantas veces nuestro Maradona prometió encarnarse en otras piernas, tantas veces sus hazañas parecieron regresar en promesas futbolísticas for export, que al final quien sugiere haber heredado su magia es una Maradona mujer, que usa pollerita y calzas negras. Claro, no tiene millones en los bancos ni están detrás de ella corporaciones multinacionales porque Luciana Aymar juega un deporte amateur y vive a la vuelta de nuestra esquina. ”Es la mejor jugadora de la historia. Es muy difícil definirla y quizá sea reiterativo, pero es como Jordan en básquet, como Diego en fútbol, como Tiger Woods en golf. Eso es Lucha, un ícono del deporte mundial”, dice Carlos Retegui, su entrenador, y nos recuerda el poco valor que le damos los argentinos a estas cosas hoy, y sólo lamentamos no haberlas disfrutado cuando las vacas se vuelven flacas.

Retegui, o el Chapa para el mundo hockey, no hace lo que otros colegas suyos. No le escapa a la comparación, quizás hasta la fomente y la disfrute. Alguien lo chicanea con el Maradona de México y la Aymar de Rosario, y él no duda: “Lucha va a jugar mejor que Maradona en el 86”, dispara, sin duda ni medias intenciones. Cuenta el Chapa que no hay caso, que a veces la ve volar. Y que en las prácticas él suele agarrar su palo y meterse en la cancha, como cuando era jugador, para ver de cerca si lo que se ve de afuera es cierto. Y dice que no hay caso, que no la puede parar, que es demasiado. Como los mitológicos entrenamientos de Maradona y sus botines eternamente desatados, cuando los testigos privilegiados juraban que hacía cosas sobrenaturales, Aymar también tiene su propia leyenda de entrecasa.

Y las analogías continúan. Lucha luce fina y atlética -una marca que la acompaña siempre-, como aquel Diego de México. Luis Bruno Barrionuevo, preparador físico de Las Leonas, la destaca como una atleta privilegiada. “Su físico no tiene 33 años, es una decatleta excepcional”, señala. Y puertas adentro, el cuerpo técnico tiene una meta: que Lucha juegue el mejor hockey de su vida, como si todo lo anterior no fuera otra cosa que un maravilloso preámbulo de algo aún mejor. Nadie se pregunta por acá por qué el Mundial no se hizo en Amsterdam aprovechando a esta Holanda referente actual del hockey; o por qué no fue a Sydney detrás de la historia de Australia, o a Beijing o Shangai aprovechando el imparable poderío económico de China. Todos saben por qué la elegida fue Rosario. Todos saben que la única razón fue Luciana Aymar. El estadio está a 15 cuadras de la casa de su infancia, en el barrio de su escuela primaria, a la vuelta del club -el Jockey- que la llevó a la fama. Lucha tiene el extraño privilegio de que en una ciudad llena de imágenes y embajadores, que tiene como hijos pródigos al Paraná, a la Bandera, al Che, a los Negros Olmedo y Fontanarrosa, hoy la adopte a ella como mural y monumento. Por encima de la rivalidad eterna de Canallas y Leprosos, Aymar opaca por unos días hasta a la palomita de Poy y las locuras de Bielsa.

Por todo, ganar el Mundial en su patio no sólo cerraría un círculo de manera brillante. Es algo que ni Maradona logró y quizá no imaginó siquiera: jugar una Copa del Mundo, la madre de todas las batallas, en la mismísima Fiorito.


http://www.ole.com.ar/mundial-hockey/titulo_0_324567617.html

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