“La numerología es una práctica adivinatoria utilizando los números”, dirá algún diccionario. Pero pocos numerólogos habrían imaginado, en la previa, este recorrido de la Argentina en el Mundial de Italia 2010. No tanto por la posición final, realizable (y satisfactoria), sino por las señales que entregó el equipo en el camino hacia un noveno puesto que, justamente, llegó tras nueve partidos.
Lo habíamos analizado: Argentina llegaba marcada a fuego por una racha negativa de 14 derrotas en la Liga Mundial. Por un 2010 sin victorias de carácter oficial. Aquel 3-2 con Bulgaria en la Copa Santa Fe, tan lejano ya, nos había terminado de ilusionar y de preparar para un golpe duro, interno y externo.
Sin embargo, desde el mismo arranque en Reggio Calabria, este renovado grupo de chicos argentinos demostró que tenía entre ceja y ceja la misión de recuperar el juego, la mística y la química con la gente. De borrar del todo aquellos murmullos aislados, casi futboleros, en el Orfeo cordobés, el día del cierre del Final Six contra Serbia.
Y aprobó el examen. Con 9, si quiere seguir con el juego. Porque si no se hubiera escapado ese tercer set contra Serbia, la cosa podría haber sido todavía mejor y estaríamos en presencia de una calificación perfecta. Pero no perdamos la cronología...
Partido 1) Los chicos sabían, y lo dijeron en la previa, que en el debut ante Venezuela se jugaban todo. El trabajo de un año entero. Salieron a la cancha a comerse a un rival que supo traernos desgracias (Preolímpico 2008 en Formosa) y, después de un primer set clave, se florearon. Conte y De Cecco empezaron a perfilarse como figuras. Terminaría siendo el único triunfo por 3-0 argentino de todo el Mundial, alimentado por ese fuego.
Partido 2) El cruce con México era el único de la primera ronda en el que Argentina iba de banca, en los papeles. Después, la eliminación que los aztecas le propinarían a Venezuela nos terminaría de probar equivocados. Un segundo partido con la solidez necesaria para que no pesara el set perdido y para abrochar la clasificación con total seguridad.
Partido 3) Fue la gran confirmación de que Argentina estaba para cosas serias, y de que el futuro es brillante. Dos primeros sets magníficos ante el campeón olímpico, pero por un dejo de inexperiencia, el segundo fue para Estados Unidos y el tablero quedó 1-1. Nunca se tornó fácil el encuentro para los norteamericanos, y si bien Argentina terminó llevándose una derrota, fue la que generó que se empezara a hablar de lo que pasaba en Italia.
Partido 4) Cambio de sede (Milán) y de dificultad. Francia, que había ganado en la previa en Dunquerque, era el siguiente obstáculo, llegaba invicto y más armado que el que sucumbió en San Juan en el mano a mano por el Final Six 2009. Pero Argentina fue soberbia y, de la mano de tres promesas/realidades, como Conte, Solé y Crer, clavó un 3-1 que casi aseguraba la plaza entre los doce mejores, el primer objetivo.
Partido 5) La taba había cambiado ostensiblemente con la acción de los demás grupos: Rusia se fue a menos con España y, de ganar Argentina, quedaba en el grupo de tercera ronda con la potencia soviética. ¿Valía la pena vencer a Japón? La respuesta llegó desde el arranque: Argentina salió a jugar como si nada, y superó sus bajones para el 3-1 y el primer lugar del grupo. Dice la numerología que el número 9 caracteriza a personas que “son muy honradas y no podrían con la culpa si hicieran algo desleal”. Otra coincidencia que adorna el momento en el que Argentina cumplió su objetivo de meterse entre los doce.
Partido 6) Ya en Florencia, la cosa era más que difícil, con Serbia como primer rival en un triangular durísimo. Se trataba nada menos que de la potencia que había señalado la derrota número 14, con el agregado de Grbic y Miljkovic en sus filas. Argentina se mofó de los pronósticos y le jugó de igual a igual, y sólo la inexperiencia trabó el batacazo. Serbia se quedó con un tercer set clave y ganó 3-1, pero el futuro se hizo más brillante todavía.
Partido 7) Con Rusia también afuera de la carrera por el título, el cierre del Grupo P era el pasaje a la lucha por el quinto puesto. Algo por demás impensado, antes del Mundial, para este juvenil equipo nacional. Y más tentaba la posibilidad de desbancar a ese equipo deshonesto que se acomodó los cruces, pero no pudo ser. Rusia jugó con todo, impuso su potencia física desde el saque y el bloqueo, y ganó 3-0. Fue la única caída argentina sin ganar sets, deslucida y por momentos con alguna señal de entrega.
Partido 8) No sólo se trataba ahora de buscar la posición más alta posible, en las reubicaciones del 9 al 12, sino también de rearmar la cabeza después de un contrapunto muy fuerte: pasar de tener ahí a Serbia, a dos derrotas. No la tuvo del todo fácil Argentina ante España, porque mostró signos de dolor anímico, pero pudo ser más consistente que los ibéricos y ganar sin lujos. Otra buena señal.
Partido 9) El cierre juntó a las que, según la mayoría de los protagonistas, fueron las dos revelaciones del Mundial. República Checa supo poner a prueba a Brasil, y por eso era rival a respetar en la previa. La Selección, sin embargo, tuvo momentos de alto vuelo y ganó 3-1 sin discusión para, en el noveno partido, ocupar el noveno escalón del ranking final. Y encima, un día 9 de octubre.
Coincidencias numéricas al margen, se trata de un Mundial que bien podrá ser una piedra angular para el futuro, para un equipo que, con más rodaje, podrá poner en jaque a cualquier potencia. Ilusiona pensar en cómo será este Facundo Conte, goleador nacional con más de 150 puntos, con un Mundial de experiencia. En cómo repercutirán estas batallas en los jóvenes Pereyra, Crer, Solé. En que De Cecco, con sólo 22 años, ya tiene dos de estas competencias en su haber. En un Quiroga (¿casualidad que el capitán tenga la 9?) establecido definitivamente como la voz de mando del equipo. Podríamos seguir aventurándonos por un buen rato, pero es tiempo de disfrutar. Vamos Argentina.
Fuente:
Somos Voley